
Una pregunta que me acompaña desde siempre
Desde muy pequeña siempre me he hecho la pregunta sobre el sentido de estar aquí, el sentido de nuestra existencia. Es una pregunta demasiado amplia, a la cual no pretendo dar respuesta en este artículo, pero es justamente esta inquietud la que me hace reflexionar sobre la importancia de aportar —según nuestras posibilidades— a hacer un poquito mejor el mundo, aunque muchas veces parezca una misión imposible o se sienta que nuestro aporte realmente no marca la diferencia.
Un mundo que duele… pero también inspira
Creo que el mundo es, muchas veces, un lugar hostil y cruel. Hemos construido una sociedad donde cada día abundan más la violencia, el egoísmo y el individualismo. Basta con ver las noticias para comprobar que nuestra realidad es, muchas veces, triste y desesperanzadora.
Sin embargo, a pesar de ese panorama, he aprendido —a través de mi propia historia— que también hay otra cara de la moneda: la bondad, la empatía y la cooperación siguen presentes en muchas personas.
Mi ejemplo en casa: sembrar con pequeños gestos
En mi caso, toda la vida me he sentido privilegiada. Nací en una familia de clase media, donde no abundaba nada material, pero tampoco faltaba nada. Tuve acceso a educación de calidad, además de contar con una familia que siempre me ha respaldado. Mis padres son docentes en el sector público. Empezaron su carrera en colegios de Antioquia, en municipios donde la violencia y la pobreza hacen parte del paisaje y están normalizadas. Así que, desde muy pequeña, escuchaba sus historias: relatos de una realidad que me parecía tan ajena, pero al mismo tiempo tan cercana.
También crecí viendo múltiples encuentros de mis padres con antiguos alumnos, quienes, con una sonrisa en el rostro, siempre tenían palabras de gratitud hacia ellos y me contaban historias de cómo mis padres les habían cambiado el mundo.
Ver estos encuentros me hizo comprender que no se necesitan muchos recursos ni grandes gestos para generar un impacto positivo. A veces, un pequeño acto de confianza, una palabra amable o una conversación honesta pueden marcar la diferencia.
El voluntariado como herramienta de cambio
Con esos ejemplos en mente, comprendí que yo también podía contribuir. El voluntariado se convirtió, entonces, en una herramienta para acercarme a los miembros más vulnerables de nuestra sociedad, para mirar de frente realidades que muchas veces permanecen invisibles, y para intentar cambiar —aunque sea un poquito— el mundo de otras personas, así como mis padres lo hicieron.
🇫🇷 Enseñar francés, sembrar sueños
Actualmente, soy voluntaria como tutora de francés en VASED, una fundación que busca transformar la sociedad a través de la educación.
Decidí ser parte de esta experiencia porque creo en la infancia de nuestro país y estoy convencida de que la educación es el camino más sólido y duradero para construir un futuro mejor. Además, el francés es un idioma que me ha abierto muchas puertas a nivel profesional. Y aunque el objetivo del curso no es que los niños alcancen un nivel avanzado, al menos reciben las bases del idioma y, sobre todo, se despierta en ellos la curiosidad por aprender más.
También espero que, al conocer mi experiencia, puedan soñar con algún día viajar a Francia, y que sientan que todo es posible con disciplina, esfuerzo y convicción.
Aprendizajes que transforman
Como mencioné anteriormente, el voluntariado no solo nos permite conectar con nuestra comunidad, sino que también es una poderosa manera de reconectar con nosotros mismos. Nos pone frente a realidades que nos enseñan, que nos interpelan y que nos transforman. Nos ayuda a conocernos mejor, a sensibilizarnos y a cuestionar lo que realmente importa en la vida.
Dar clases puede parecer intimidante, lo sé por experiencia, pero también es una oportunidad para desarrollar habilidades valiosas y transferibles al mundo profesional: hablar en público, adaptarse al público, ser elocuente, organizar ideas.
Una invitación desde el corazón
Si has llegado hasta aquí, quiero invitarte a que te animes a vivir la experiencia del voluntariado. No hace falta tener mucho, solo la voluntad de dar lo que tienes. Porque sí, tu tiempo, tu escucha o tu conocimiento pueden ser ese pequeño impulso que transforme la vida de alguien.
Y quizás, en el proceso, también transformes la tuya.
Carolina Jiménez Gutiérrez
Voluntaria Club de Conocimientos
Programa de Voluntariado Fundación VASED